Los alimentos enlatados tienen una vida útil excepcionalmente larga, que suele oscilar entre 1 y 5 años.

Las latas y los cierres metálicos proporcionan una barrera funcional herméticamente sellada que aísla el contenido de los alimentos de la luz solar y el oxígeno, que son los dos principales factores de degradación prematura de la calidad de los alimentos. Esta excepcional calidad de barrera contrasta claramente con materiales como el papel y el plástico, que suelen ser más permeables a los gases, el agua, el vapor orgánico y los compuestos de bajo peso molecular.

Como resultado, los alimentos enlatados tienen vidas útiles que normalmente se miden en años, mientras que los alimentos almacenados en otros materiales de envasado suelen tener vidas útiles que se miden en semanas o meses.