Los juguetes de hojalata han sido parte esencial de la infancia en México, destacando por su fabricación artesanal y su valor cultural. Desde inicios del siglo XX, su producción cobró relevancia en la Ciudad de México y estados como Guanajuato, donde talleres familiares los elaboraban con latas recicladas. Carritos, trompos y figuras populares cobraban vida gracias al ingenio de los artesanos.

Uno de los juguetes más icónicos es el de los “boxeadores de madera”, originario de Guanajuato, que mediante hilos simulan una pelea. Esta pieza, datada en 1930, representa la creatividad y técnica de los artesanos, y sigue siendo apreciada por coleccionistas.

Aunque Guanajuato destaca en esta tradición, estados como Oaxaca, Michoacán y Jalisco también conservan técnicas heredadas para fabricar juguetes de madera, barro y hojalata. El Museo La Esquina, en San Miguel de Allende, resguarda más de mil piezas que celebran esta herencia y promueven su preservación.

Con el auge de juguetes industriales, la demanda de juguetes tradicionales ha disminuido. Sin embargo, muchas cooperativas han reinventado su producción, adaptando sus piezas como objetos decorativos y de identidad cultural.

En una era dominada por la tecnología, los juguetes de hojalata son símbolo de resistencia y orgullo. Valorar y apoyar a los artesanos no solo preserva una parte vital de la historia mexicana, sino que también celebra el talento detrás de cada pieza hecha a mano.