RESUMEN
La industria del envasado de productos en forma de aerosoles ha vivido un periodo crítico, pues se le achacaba en buena medida ser culpable del deterioro del ozono atmosférico. Esta fue una verdad a medias, que hoy está claramente resulta. En este artículo se explica los orígenes y consecuencias de este hecho.
INTRODUCCIÓN
En 1.984 cerca de la ciudad griega de Salamina se estaba celebrando un congreso mundial periódico sobre el ozono. Un científico japonés llamado Shigeru Chubachi trató de llamar la atención con un mensaje nuevo: “El ozono en la Antártida está desapareciendo” pero su voz calló en saco roto, nadie le prestó mayor atención.
Mas tarde, investigadores ingleses después de un estudio minucioso de más de 30 años de observaciones lo corroboraron. En esta ocasión el asunto provocó un gran revuelo en la comunidad científica.
El ozono es un gas que se encuentra en la estratosfera y se caracteriza por absorber las radiaciones ultravioletas del sol altamente perjudiciales para la salud. Es fundamental para moderar la llegada a la Tierra de la energía irradiada por este astro. Un aumento de ella seria fatal para el desarrollo de la vida en el planeta.
CAUSAS DEL DETERIORO DEL OZONO
El ozono se deteriora porque los compuestos clorados usados por la industria en algunos campos: aire acondicionado, refrigeración, spray y otros, debido a su estabilidad no se descomponen en las capas bajas de la atmósfera y son arrastrados por las grandes corrientes ascendentes de aire caliente de los trópicos llegando a la estratosfera. Allí reaccionan con el ozono destruyéndolo.
Por esta causa, los envases aerosoles, que habían tenido un rápido desarrollo en la segunda mitad del siglo pasado, se vieron puestos en el punto de mira de los medios de comunicación, asociaciones ecologistas y administraciones estatales. El origen se encontraba en que el propelente usado por estos envases para pulverizar el producto; el mismo estaba básicamente formulado por compuestos fluoclorados. Estos gases son muy estables, no reaccionan con otros de las capas inferiores de la atmosfera, y llegan como ya hemos dicho hasta las zonas polares de la estratosfera y ahí si actúan sobre el ozono. La presión social fue tan fuerte que durante un periodo de tiempo, en los años “80” y “90” del pasado siglo, el consumo de aerosoles se vio profundamente afectado a nivel mundial. Las metalgraficas que estaban especializadas en este sector notaron un decremento importante de actividad.
ACCIONES CORRECTORAS
Fue necesario plantearse una solución drástica y así desaparecieron del mercado esta familia de propelentes. Una nueva generación de los mismos a bases de gases derivados del petróleo o inertes, como nitrógeno, oxido nitroso…sustituyeron a los anteriores.
La Humanidad ha respondido en general positivamente en los distintos frentes, aunque con lentitud a pesar de la complejidad del problema donde se mezclan cuestiones técnicas, científicas y económicas. El Protocolo de Montreal del año 1987 marcó un camino que la mayoría de los países están recorriendo y ya parece que están consiguiéndose algunos resultados.
Como consecuencia de toda esta situación, en la opinión pública se creó la idea de que el ozono es un gas “sano” y positivo para el ser humano y parece deducirse que el ozono es un gas “bueno”. No es del todo así, este gas es malo para el hombre si se le respira.
En las capas bajas de la atmósfera, en la llamada troposfera (es decir en el aire que inhalamos) se forma ozono como fruto de la reacción de la luz solar con los contaminantes desprendidos por el trafico, las instalaciones de calefacción o la industria. Se le designa ozono troposférico y tiene la propiedad de irritar las mucosas nasales y potenciar las afecciones respiratorias y las alergias, siendo especialmente sensibles a él las personas mayores, los niños y los individuos que trabajan en el exterior.
La concentración de ozono troposferico aumenta sobre todo a medio día, durante primavera y verano debido al aumento de la radiación solar. A partir de cierta concentración del mismo es aconsejable no realizar esfuerzos al aire libre, especialmente las personas pertenecientes a grupos de riesgo
Aminorar la presencia de este gas pasa por reducir la circulación urbana usando el transporte publico, tener los vehículos dotados de catalizadores adecuados, economizar en calefacción y ahorrar en consumo de energía.
Es frecuente ver en las ciudades, en puntos de tráfico abundante, unas cabinas montadas por los ayuntamientos para el control continuo de la calidad del aire que respiramos. Uno de los parámetros que miden estas unidades es el contenido de ozono en el aire. A partir de ciertos valores se da la señar de alarma para tomar medidas correctoras.
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