Los aranceles del 25% al acero y al aluminio impuestos por Donald Trump han puesto en jaque a pequeñas cervecerías como que enfrentan el dilema de absorber el aumento del coste de las latas de aluminio o subir precios y arriesgarse a perder clientes frente a gigantes como Molson Coors y Anheuser-Busch, que pueden asumir mejor estos sobrecostes.


La cervecería, que ha crecido desde su apertura en 2013, ahora enfrenta un sobrecoste anual estimado en 40.000 dólares, lo que limita su capacidad para contratar o invertir en maquinaria. Muchas cervecerías artesanales dependen del aluminio importado. Las grandes compañías cerveceras, con proveedores nacionales o estructuras internacionales por todo el mundo, tienen más sencillo suavizar el impacto. De tal forma, que la guerra comercial que pocos entienden, ni Europa ni la mayoría de norteamericanos, terminará por afectar a los más pequeños, ya que estas subidas ponen el riesgo la viabilidad de las cerveceras artesanales y al elevar el precio, es posible que los consumidores decidan dedicar su dinero a otras marcas más económicas con contenido similar.

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