Hay gestos que se han convertido en cotidianos en nuestro día a día pero que podrían entrañar algún que otro riesgo sin que nos hayamos dado apenas cuenta. Los recipientes metálicos son resistentes a la oxidación y se pueden consumir sin dificultad, pero en ocasiones solemos guardar lo que nos ha sobrado de la lata abierta en la nevera. Muchos desconocen que guardar las latas abiertas en la nevera puede contribuir a contaminar los alimentos por el metal, por lo que podría tener efectos negativos para la salud.
Las latas de alimentos son recipientes herméticos, sellados al vacío. Las compañías que producen estos productos someten a un proceso térmico y el producto se enfría para destruir la bacteria, inhibir las enzimas y evitar la entrada de ellos cuando es semi-vacío. Pero una vez que lata está abierta por varios días se expulsan las protecciones selladas al vacío.
Las latas que se usan para almacenar los alimentos y bebidas son envases metálicos hechos, en particular, de acero laminado resistente a la oxidación y metal con buena protección. Su procedencia se produce mediante un proceso térmico que destruye posibles microorganismos con efecto inactivante y enzimas y no es aconsejable conservar el alimento abierto sobre el interior del preciso momento en el que está abierta aun cuando está especialmente se ha desembalado exclusivamente para su consumo. Cuando este metal se hace contacto con la superficie de desecho del alimento más ácido (como el tomate y la piña), puede provocar un sabor metálico.
El oxígeno y la acidez pueden crear un proceso que afecta el aspecto estético de las latas, pero no siempre es peligroso. Este es un efecto secundario derivado del proceso de oxidación que únicamente afecta al aspecto estético. Una vez que se abre la lata, es recomendable vaciar el contenido en un recipiente de plástico o, preferiblemente, de vidrio, taparlo bien e introducirlo en la nevera. Es importante conservarlos con el líquido original que tengan, para traspasarlo a un nuevo envase.