Alguna vez os habéis planteado porqué las latas de refresco tienen la forma cilíndrica y no cuadrada. Hay algunas razones de peso y no es fruto del capricho del fabricante. En realidad, responde a razones físicas, económicas, logísticas o de marketing al igual que a la comodidad del consumidor.

 En una lata cuadrada se habría optimizado al 100% el factor de almacenaje, pero se habría encarecido el coste por necesitar más aluminio. También las medidas del cilindro de la lata responden a muchas variables entre las que están la imagen o el marketing.

Hay que recordar que el aluminio es el metal más costoso en términos energéticos de producir. Por eso resulta crucial encontrar el equilibrio entre la optimización de la materia prima, un envase fuerte y estable y la comodidad del consumidor para que sea rentable este tipo de envase y su comercialización.

Lo que tenía mayor lógica era decantarse por una forma circular, ya que con un envase en forma de circunferencia se emplearía la menor cantidad de material, la presión de la bebida se distribuiría bien dentro del recipiente y se podría almacenar el máximo volumen con la mínima superficie.

Al desechar la forma circular la siguiente elección habría sido un cuadrado o un rectángulo, es decir, una lata cúbica que sería óptima para el proceso logístico y tal vez para el consumidor que se habría acostumbrado a beber su refresco en una lata cuadrada. Aunque en este caso también habría un “pero” significativo: todos y cada uno de los bordes y esquinas del recipiente serían un punto débil y de posible rotura ante un golpe externo debido a la presión del interior. Se aprovecharía el 100% del factor de almacenamiento, pero habría que emplear más cantidad de materia prima para reforzar esos puntos críticos.

De este modo, se fusionaron ambas formas, cuadrada y circular, eligiendo la forma cilíndrica como la más optima, con una base para mantenerse de pie, de fácil almacenaje en todos los ámbitos y en la que se logra aprovechar el 91% del factor de almacenamiento. Es más, no tiene aristas ni puntos débiles.

A su vez, en respuesta a razones físicas, se determinó que la base también sería curva. Lo que se buscaba era eficiencia en cuanto a la cantidad de material necesario y que fuera capaz de aguantar la presión interna, aumentar la rigidez y evitar la deformación de la lata. No es lo mismo envasar una cola con gas que una ración de atún al natural donde la base sí puede ser plana.

Otra cuestión determinante fue la de definir las medidas de esa lata de refresco. Lo habitual es que tuviera 6 centímetros de diámetro y 12 centímetros de altura para un contenido de 330 mililitros de líquido. El objetivo era almacenar el máximo volumen de líquido en un envase con la mínima superficie posible por lo que había que dar con los datos “mágicos” del radio y del alto del cilindro. En esta elección de tales datos influyó la estabilidad de la lata y la dificultad para deformarse, la facilidad para agarrar la lata y beber según su diámetro, el mínimo desperdicio de material, la optimización logística e incluso el espacio de las neveras y una imagen atractiva del producto.