En la década de los 60 tuvo lugar un hallazgo que revolucionaría el mundo de las latas: Un ingeniero estadounidense estaba cansado de tener que recurrir a elementos punzantes cuando olvidaba la llave para abrir su cerveza, así que inventó un tirador hecho de aluminio para facilitar el proceso. El sistema se hizo popular rápidamente entre todos los productores de cerveza y bebidas refrescantes. En un principio, aquellas anillas eran conocidas como ‘pull-tabs’, se tiraba de ellas hasta arrancarlas.
Años después de la invención de las anillas metálicas, se encontró una solución al problema que causaban cuando rodaban por el suelo. Esto resultaba especialmente molesto en zonas costeras donde muchas personas caminaban descalzas y eran víctimas del desagradable tropiezo. Como no había conciencia medioambiental aún, se decidió innovar creando una nueva versión de anilla de aluminio que estuviera siempre fija y no causara problemas. Es lo que se conoce como anilla fija.
No obstante, la inventiva del ser humano no tiene límites y ha encontrado todo un abanico de usos para las anillas de las latas. Sus aplicaciones en el armario son especialmente conocidas: valen para encadenar perchas y ocupar menos espacio en la barra, como cinturones e incluso como pendientes o adornos, las posibilidades son infinitas.
Incluso hace varios años, una marca de cerveza americana tomó el mundo por sorpresa al lanzar una iniciativa para utilizar las anillas de latas como herramientas de pesca. La lata mostraba en un lateral el sencillo proceso de personalización y adaptación para convertir la anilla en un utensilio práctico en la vida salvaje. Fue un movimiento inteligente: Internet llevaba años repleto de manuales sobre cómo transformar una chapa en un anzuelo para la pesca, con colecciones bastante sorprendentes.