Colgar latas de aluminio en balcones, patios o jardines es una práctica más extendida de lo que parece. Aunque a primera vista pueda parecer solo un adorno improvisado, este recurso tiene una función clara: mantener alejadas a las aves sin recurrir a químicos ni métodos agresivos.
El brillo metálico de las latas produce destellos que resultan molestos para palomas, cotorras y otras especies urbanas. A esto se suma el sonido que generan al moverse con el viento, un ruido que las aves interpretan como señal de alerta y que las disuade de acercarse. De esta forma, se previenen daños y suciedad en balcones y ventanas sin afectar a los animales.
Además del efecto práctico, algunas corrientes como el Feng Shui atribuyen a estas latas un beneficio energético. Según esta filosofía, el tintinear metálico ayuda a dispersar la energía estancada y favorece la circulación de energía positiva, actuando como un “limpiador” vibracional del entorno. Por ello, suele recomendarse en áreas exteriores donde se acumulan hojas, polvo u objetos en desuso.
El uso de este método cobra especial importancia en zonas donde las palomas proliferan. Sus excrementos pueden transmitir enfermedades como la histoplasmosis o la salmonelosis y deteriorar superficies debido a su carácter corrosivo. También los nidos pueden atraer parásitos y generar malos olores. Frente a este riesgo, soluciones caseras y sostenibles como las latas colgadas se presentan como una alternativa accesible, ecológica y respetuosa con el entorno.












