El miedo a la falta de algunos alimentos básicos ante la rotura de stock y el aumento imparable de los precios de algunos alimentos como ya está empezando a ocurrir con el aceite de girasol o las conservas ya se empieza a constatar en centenares de supermercados de todo el mundo.
Sucedió durante los días posteriores al estallido de la pandemia y ahora ha vuelto a ocurrir a con el estallido del conflicto en Ucrania, aunque a menor escala. Los supermercados han venido detectando “pequeños cambios” en los hábitos de compra de los consumidores. Desde la pasada semana algunas grandes superficies han optado por imponer de forma casi unánime racionamientos a productos como el aceite de girasol (cuyas semillas provienen en su mayoría de Ucrania) para asegurar el suministro a los particulares ante el acopio que estaban realizando algunos profesionales de hostelería por temor a una escasez.
Unas consecuencias que ya se extienden por todo el mundo ante la imparable escalada en los precios de alimentos, del combustible, gas o energía. Hace unos días, en Turquía el temor al aumento de los precios del aceite de girasol provocó fuertes compras, las imágenes de los ciudadanos que intentaban obtener latas de aceite más barato en una tienda se volvieron virales. En Egipto, el mayor importador de trigo del mundo, los precios de algunos panes no subsidiados se dispararon la semana pasada.
Rusia y Ucrania son proveedores vitales de granos, aceite vegetal y fertilizantes, lo que significa que las interrupciones en el suministro se sentirán en todo el mundo. Los precios del trigo han superado los niveles vistos por última vez durante la crisis alimentaria mundial de 2008, que ayudó a provocar protestas generalizadas, y un índice de precios de los alimentos de las Naciones Unidas alcanzó un récord en febrero.
Un grupo comercial de la Unión Europea advirtió que podría quedarse sin aceite de girasol en un tiempo similar, con los volúmenes perdidos de Ucrania imposibles de compensar a corto plazo. La OCU advierte contra la compra compulsiva de aceite de girasol y dice que la escasez no se concretará hasta verano. Para entonces podría impulsarse la producción nacional o la comercialización de otros aceites vegetales asequibles como el orujo, soja o colza.
En Indonesia, el mayor exportador mundial de aceites comestibles, los altos precios están empezando a notarse. El gobierno está aumentando el control sobre los productos locales, mientras que los supermercados han impuesto un límite de compra de aceite de cocina de un paquete por comprador. Las familias están trayendo incluso a sus niños pequeños a hacer fila para poder comprar más. Las consecuencias alimentarias de la guerra en Ucrania ya se extienden por todo el mundo.