En Cuba, la escasez de productos tras la caída de la Unión Soviética convirtió las latas de aluminio en un recurso multifuncional, utilizadas para fabricar ollas, lámparas, herramientas y almacenar agua o alimentos. Desde 2008, la isla logró reciclar el 82 % de sus latas, aunque desde la década de 2010 la disponibilidad ha disminuido, impulsando la recolección urbana para venderlas a empresas estatales por 50 pesos cubanos por kilo (≈0,15 USD), muy por debajo del valor internacional del aluminio.

A nivel regional, Argentina lidera el reciclaje de latas de aluminio con un 91,1 %, consolidándose como ejemplo de economía circular junto a Brasil, Japón e Italia. Esta práctica genera empleo, impulsa la industria del reciclaje y permite reintroducir aluminio en nuevos ciclos productivos, contribuyendo al desarrollo sostenible y la eficiencia industrial.

El reciclaje de aluminio no solo fortalece los programas de gestión de residuos municipales, sino que también subsidia el reciclaje de materiales menos rentables como plásticos y vidrio, potenciando el impacto ambiental positivo y la viabilidad económica de las ciudades.

El aluminio se ha consolidado como el envase más reciclado del mundo gracias a su capacidad de reprocesarse infinitamente sin perder propiedades, su alto valor de mercado y sus beneficios ambientales. Reciclarlo reduce hasta un 95 % del consumo energético frente a la producción desde la bauxita, evita la emisión de 9 toneladas de CO₂ por tonelada reciclada, conserva recursos naturales y prolonga la vida útil de los vertederos.