Tomar café en el desayuno es una práctica común en muchas regiones del mundo. ¿Pero conoces los pros y contras de esta bebida para tu salud? Según estudios recientes, el café puede tener un impacto tanto positivo como negativo en nuestra salud, dependiendo de cuánto, cómo y qué tipo de café consumas.
El café es rico en antioxidantes, que protegen nuestras células del daño de los radicales libres. Estos antioxidantes pueden ayudar a prevenir o retrasar el envejecimiento celular y ciertas enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.


La cafeína, un estimulante del sistema nervioso central, es uno de los componentes del café. Puede mejorar la alerta, la concentración, la memoria y el rendimiento físico e intelectual. Sin embargo, también puede provocar efectos secundarios como nerviosismo, insomnio, ansiedad, taquicardia o hipertensión arterial. Estos efectos pueden variar en función de la sensibilidad individual y la cantidad de cafeína consumida.


El café puede afectar el metabolismo de la glucosa y la insulina, lo que podría tener implicaciones para la prevención o el tratamiento de la diabetes tipo 2. Algunos estudios han encontrado una relación inversa entre el consumo de café y el riesgo de diabetes tipo 2, es decir, las personas que consumen más café tienen menos probabilidades de desarrollar esta enfermedad. Sin embargo, los mecanismos por los que el café podría tener este efecto aún no están claros y podrían depender del tipo de café, del método de preparación y de otros factores.


El café puede tener un efecto protector sobre el hígado, ya que se ha observado que reduce el riesgo de enfermedades hepáticas como la cirrosis, el cáncer de hígado o la hepatitis. Esto podría deberse a que el café modula la inflamación hepática, mejora la función de las enzimas hepáticas y previene el daño oxidativo en el hígado.
Asimismo también puede tener un impacto tanto positivo como negativo en el sistema cardiovascular. Por un lado, puede mejorar el flujo sanguíneo, reducir la agregación plaquetaria y disminuir los niveles de colesterol LDL. Por otro lado, puede aumentar la presión arterial, alterar el ritmo cardíaco y elevar los niveles de colesterol total y triglicéridos. Estos efectos dependen de la cantidad y la frecuencia del consumo de café, así como de otros factores individuales y ambientales.

El café puede afectar el sistema digestivo, ya que estimula la secreción de ácido gástrico y la motilidad intestinal. Esto puede favorecer la digestión y prevenir el estreñimiento, pero también puede provocar irritación, reflujo o úlceras en personas susceptibles. Además, el café puede interferir con la absorción de algunos nutrientes, como el hierro o el calcio.


Sin embargo, es importante tener precaución con la cantidad de cafeína que se consume diariamente. Según la Fundación Española de Nutrición (FEN), una taza de café tiene, en promedio, entre 65 y 120 mg de cafeína. Pero la cafeína no solo se encuentra en el café, también está presente en otras bebidas, como las bebidas energéticas. Una lata de 473 mililitros de una de las marcas más conocidas de estas bebidas contiene unos 160 mg de cafeína, lo que equivale aproximadamente a dos tazas de café.
Según la FEN, “el consumo de hasta 4 tazas de café al día (400 mg de cafeína) puede formar parte de una dieta saludable y equilibrada, así como de un estilo de vida activo”. Sin embargo, esta recomendación varía en el caso de las mujeres embarazadas, a quienes se les aconseja no superar los 200 mg de cafeína al día para evitar posibles riesgos para el feto.


Las bebidas energéticas son productos que contienen sustancias estimulantes como la cafeína, la taurina, el guaraná y otras, que se venden con la promesa de aumentar la energía y el rendimiento físico e intelectual. Sin embargo, es importante consumirlas con moderación y tener en cuenta su contenido de cafeína.