Como debe ser un buen envase

La hermeticidad es una de las principales características de un buen envase. El envase de hojalata es absolutamente estanco, lo que le convierte en inalterable ante los agentes externos. Esta cualidad es indispensable para asegurar no solo la integridad del contenido, ya se trate de alimentos, aceites, pinturas u otros materiales, sino también para evitar su deterioro si el producto se ve alterado por el aire.

La inviolabilidad de los envases metálicos es una solidar garantía para los consumidores. Si se adquiere una lata de aceite o de atún, un bote de pintura o uno de espárragos, se puede tener la seguridad de que su contenido no ha sido alterado ni manipulado por terceros. El contenido es el mismo y se encuentra en las mismas condiciones en que lo envasó el fabricante. Las latas no pueden abrirse sin quedar destruidas a efectos de venta al público.

En el caso de las conservas alimenticias, el hecho de que el envase esté herméticamente cerrado es absolutamente decisivo. Porque el procedimiento de conservación exige que producto y envase se sometan a altas temperaturas sin la más minima perdida ni la más pequeña fisura, que estropearía el proceso entero. La lata es el envase que mejor se presta para este fin de esterilización.

Las conservas pueden durar muchos años no solo siendo totalmente útiles para el consumo humano, sino manteniendo el sabor original y todos los nutrientes que poseía al ser envasa. Pero de poco serviría eso si la fragilidad del envase constituyese un riesgo permanente de destrucción. De ahí que el envase de hojalata garantice la larga vida del producto no solo por constituir un recipiente óptimo, sino también por su resistencia mecánica. 

Un buen envase no solo debe contener el producto, sino también protegerlo durante todas la vicisitudes que sufre desde su fabricación hasta el consumo. La lata reúne sobradamente estas características de resistencia e indestructibilidad necesaria para el transporte, la exhibición en las tiendas y el almacenamiento. Ello supone no solo un ahorro al reducirse al mínimo las pérdidas en todo este proceso, sino también una seguridad para el consumidor para quien desaparece el riesgo de destrucción por accidente. 

Usted puede tirar una lata de conservas o de pintura  al suelo o golpearla con violencia. Como mucho, se abollará, pero no se destruirá. Esto es posible gracias a la resistencia mecánica de la hojalata, metal con que se fabrica la inmensa mayoría de las latas. Pero el hecho de que la hojalata sea metal no significa que sea pesada. Por el contrario, es de una ligereza extrema y cada vez la tecnología permite hacerla más liviana. El envase de hojalata protege en su interior productos que pesan más de 10 veces su propio peso. 

Una vez vaciada de su contenido, una lata, sea de conservas, de semiconservas, de aceite vegetal o de productos químicos, apenas pesa nada: unos pocos gramos. Y, sin embargo se trata de metal, de metal resistente donde los haya. La explicación es sencilla: la alta tecnología de hojalata y de la fabricación de envases metálicos consigue que sin perder un ápice  de tan positivas características, el peso del envase sea cada vez menor en relación con el contenido. El consumidor compra cada vez más producto y menos envase.

En las últimas décadas el grosor de la hojalata con que se realizan las latas de bebidas, conservas, aerosoles, cosmética o pintura, pesan cada vez menos. La explicación es muy sencilla: se ha reducido nada menos que en un promedio del 25 % el espesor de la hojalata, sin embargo, conserva todas sus propiedades de resistencia y hermeticidad. Una lata de bebidas de hace un siglo pesaba tres veces mas que la de ahora. 

¿Es seguro para la salud un envase de hojalata? Absolutamente. La ausencia de toxicidad de todos sus componentes y su resistencia a la corrosión hacen que, por su causa, no pueda existir ningún problema sanitario. Así lo acredita su dilatada historia de más de doscientos años. Merced a los sustanciales avances tecnológicos de la industria fabricante se ha conseguido que los envases actuales sean totalmente distintos a los empleados hace unas cuantas décadas. 

A veces salta a la prensa la noticia de alguna intoxicación por ingestión de conservas. Este riesgo, sin duda grave para la salud, se deriva simplemente de una mala realización del proceso de esterilización necesario para conservar los alimentos. Si no se alcanza una determinada temperatura, no se destruyen las bacterias que pueden resultar toxicas. Y eso no tiene nada que ver con el envase en el que se conserva el alimento. Mucho cuidado, por tanto, con  las conservas caseras, que es donde existe realmente el riesgo.

¿Se ha dado cuenta de que  uno de  los materiales que nos hace más amable la existencia es precisamente la hojalata? Si se fija un poco, verá que apenas puede prescindir de ella. Infinidad de botellas y tarros que puede utilizar gracias a los tapones de hojalata, sean de rosca o tipo corona, las populares chapas. Los aerosoles para el aseo personal o para la limpieza domestica, los productos para el automóvil, los barnices, las pinturas… La hojalata nos rodea  gracias a su enorme versatilidad y flexibilidad. Sin olvidar tantos elementos decorativos, como bandejas, bomboneras y cajitas de todos los modelos y tamaños. 

Los productos comestibles envasados en latas no se ven. Esto es evidente. Pero ¿es bueno o malo? Sin duda, el consumidor agradece ver físicamente lo que hay dentro del envase antes de adquirirlo, pero resulta que la opacidad es precisamente una de las principales características de un buen envase. En efecto, la luz actúa negativamente sobre los productos alimenticios, destruyendo sus contenidos vitamínicos. En la oscuridad de la lata, las conservas mantienen integras todas sus propiedades nutritivas.

Cuando el consumidor compra un producto envasado, es evidente que quiere comprar el contenido, no el envase. De ahí que, cuanto más barato sea ese envase, menos costoso será el conjunto del continente y el contenido y ese ahorro repercutirá finalmente en el comprador. La lata es, pese a sus múltiples ventajas, un envase muy económico, merced a su rapidez de fabricación, (las modernas líneas de fabricación alcanzan velocidades de mucho más de mil envases por minuto) y a la escasa energía consumida en el proceso.

La comparación de la energía consumida en la fabricación de cada envase es enormemente favorable para la hojalata sobre los otros materiales utilizados en la actualidad. Ello supone, por supuesto, ahorro para el consumidor, así como una incidencia muy favorable para la economía, dada la enorme repercusión que tienen sobre la misma los costes energéticos, constantemente en alza. En los últimos 30 años, la industria del acero redujo el consumo de energía para fabricar hojalata en más de un tercio.